
Aquí podemos ver los parciales de Pedro en el Maratón de Valencia del pasado domingo, uno de los atletas a los que llevo de modo individual. Se puede ver claramente cómo ha controlado el ritmo en todo momento, corriendo en negativo: la segunda mitad más rápida que la primera. Todo esto gracias a que él sabía a qué esfuerzo debía correr, controlando constantemente la frecuencia cardíaca para no pasarse de esfuerzo prematuramente.
La frecuencia cardíaca es indicadora del esfuerzo, no del ritmo. De hecho, en los kilómetros finales de un maratón, la frecuencia cardíaca sube no para incrementar el ritmo, sino simplemente para mantenerlo, ya que a esas alturas la musculatura está muy fatigada y las fibras musculares necesitan una mayor dotación de sangre para funcionar.
Pedro ha llevado un ritmo realista con sus posibilidades desde el principio, y con eso ha conseguido no fatigar prematuramente su musculatura y no gastar demasiado glucógeno (combustible para esfuerzos aeróbicos a estos ritmos) para poder disponer del máximo posible en el final, que es cuando más se echa en falta. Una dieta adecuada y unos entrenamientos mañaneros en ayunas, han «educado» a su organismo a utilizar las grasas como combustible al principio, cuando uno corre sin apenas esfuerzo, para tratar de disponer de la mayor cantidad de glucógeno al final. Aún así, corriendo a estos ritmos, tengo por seguro que sus depósitos de glucógeno han quedado totalmente vacíos.
Bravo Pedro, ¡marca personal a la saca!